ARTE Y CIENCIA

Cuando el cielo inspira ciencia

Martín Moliné, investigador del CONICET en el IPATEC (CONICET–UNCo), comparte cómo la astrofotografía se transformó en una herramienta para explorar, emocionar y acercar la ciencia al público.


La imagen fue tomada en el Valle Encantado, muestra una escena del cielo nocturno sobre el río Limay.

En el marco del premio Imagen Astronómica del Día (APOD, por sus siglas en inglés), uno de los mayores reconocimientos internacionales para la astrofotografía, otorgado por la NASA y la Universidad de Michigan, Martín Moliné, investigador del CONICET en el IPATEC (CONICET–UNCo) fue reconocido y comparte en esta entrevista cómo la astrofotografía se transformó en una herramienta para explorar, emocionar y acercar la ciencia al público. El científico cuenta que esta experiencia comenzó desde la fascinación infantil por el cometa Halley hasta el reconocimiento a una de sus imágenes. Su historia combina biología, cielos patagónicos y la pasión por despertar la curiosidad científica en la sociedad.

¿Cómo surgió tu interés por la astrofotografía y qué te motivó a combinarla con tu trabajo científico?
A los 6 años fui testigo del paso del cometa Halley, y desde ese momento me interesa la astronomía como ciencia y el cielo nocturno como espectáculo. Años después, al elegir una carrera científica, me incliné finalmente por la biología. En ese entonces la fotografía era un hobby, pero siempre diurna. Una tarde el investigador Guillermo Abramson publicó una nota sobre un gran cometa visible; tomé mi cámara y saqué mi primera astrofotografía, la del gran cometa McNaught (2006), que fue publicada en la revista Astronomy. Luego dejé la actividad durante varios años, hasta que hace poco decidí desempolvar el equipo y aprender las nuevas técnicas de esta disciplina que combina arte y ciencia. La astrofotografía requiere conocer en profundidad el cielo, aprender técnicas precisas, interpretar y dimensionar correctamente el firmamento para componer escenas que uno imagina, es la suma perfecta de arte y ciencia que resultaron en un buen hobbie.

¿Qué significa para vos que una de tus fotos haya sido seleccionada por el APOD, uno de los mayores reconocimientos en astrofotografía?
Cualquier entusiasta de la astrofotografía conoce muy bien el APOD. En mi caso, llevo veinte años sorprendiéndome a diario con las fotografías seleccionadas y nunca imaginé que una de mis imágenes podría llegar allí. Hace unos meses, el Instituto de Astrofísica de La Plata (CONICET) organizó un concurso y varias personas me alentaron a participar. CONICET es mi casa, así que envié una de mis primeras fotos, titulada "Historias de óxido e infinito". El 30 de abril me notificaron que había ganado el segundo premio. Además de la felicidad y de ser un preludio de lo que vendría, esto me impulsó a seguir explorando. Apenas cinco días después capturé la foto que sería reconocida por el APOD. Cuando los editores me escribieron diciendo que consideraban mi imagen, no lo podía creer. Somos pocos los argentinos que hemos tenido el honor de aparecer allí, así que es un gran orgullo estar entre ellos.

¿Qué desafíos técnicos y personales implica capturar una imagen como la de Valle Encantado, que reúne tantos fenómenos astronómicos en una sola escena?
La astrofotografía tiene múltiples variantes: desde el cielo profundo hasta planetaria, lunar y solar, cada una con sus técnicas particulares. En mi caso, no tengo telescopio ni grandes equipos, solo una cámara réflex. Así que me enfoqué en paisajes nocturnos y trazas de estrellas.
El desafío más grande siempre es la planificación. Hay que calcular con precisión la posición de los objetos celestes, evaluar sitios, fechas y composiciones, además de dominar aspectos técnicos de exposición. Luego viene el revelado digital, que implica manejar software específico para extraer toda la información capturada por el sensor.

En el caso de esta foto la idea surgió en 2024, ese año el clima no ayudó, pero en 2025 tuve más suerte. Usé el tiempo para planificarla mejor primero usando distintos softwares, luego yendo al mirador durante el día, probar el equipamiento en varios puntos, y elegir la mejor composición. Finalmente, ir a medianoche con diez kilos de equipo a cuestas, más lo básico para acampar. A esa altura el principal desafío es soportar el frío.

Por otro lado, siempre están los imponderables. Imagino cada foto con anticipación, en esta quería la Vía Láctea, Venus y esperaba más de diez estrellas fugaces, pero solo aparecieron dos. Sin embargo, imprevistamente pasaron los Starlink por la derecha, equilibrando y enriqueciendo la composición. Además, sobre el río apareció una bruma que aportó un toque mágico. No tengo dudas de que estos satélites inesperados y la bruma sobre un río azul fueron elementos clave para que la NASA seleccionara la imagen. Como todo lo que sale bien, es una mezcla de esfuerzo y suerte.

¿Cómo puede la astrofotografía contribuir a la divulgación científica y al vínculo entre la ciencia y la sociedad?
El cielo es impactante a simple vista, y simplemente observarlo permite divulgar muchísimos aspectos científicos e históricos. La astrofotografía suma elementos artísticos y llegar a más personas, especialmente gracias a las redes sociales. Además, permite explicar fenómenos invisibles al ojo humano y puede incluso llevar al descubrimiento de nuevos objetos. Cada vez es más común que astrofotógrafos amateurs de diferentes partes del mundo colaboren en identificar nuevas nebulosas u objetos tenues, contribuyendo a la ciencia ciudadana.
En mi caso particular, divulgar mis fotografías ha permitido que muchas personas se interesen por mirar el cielo, preguntando cómo observarlo, aprendiendo y disfrutándolo. Lograr despertar curiosidad en otras personas ya es un gran logro.

⁠¿Qué recomendaciones le darías a quienes quieren iniciarse en la observación o fotografía del cielo desde lugares como la Patagonia?
Lo primero es cultivar paciencia y simplemente observar, aprender a reconocer constelaciones, planetas y los movimientos nocturnos a lo largo del año. La Patagonia ofrece cielos excepcionales gracias a su baja contaminación lumínica. Basta con alejarse unos pocos kilómetros de las ciudades para disfrutar de cielos impactantes. Aplicaciones gratuitas como Stellarium permiten apuntar el celular al cielo y obtener un mapa explicativo en tiempo real.

Si el interés es la fotografía, puede hacerse incluso con un celular. Mi equipo es básico, pero eso nunca ha sido una limitación, sino una motivación para explorar y explotar todas sus posibilidades. Considero que el equipo más esencial es un buen trípode; todo lo demás, incluyendo cámaras o lentes específicos, llega después. Una excelente técnica inicial son las trazas de estrellas, fáciles y siempre atractivas.
También, es importante alejarse de la luz urbana y elegir noches sin luna para obtener el máximo contraste. Planificar es clave: usar apps y sitios web para saber la posición de la Vía Láctea, meteoros y otros eventos. Un error común al empezar es querer sacar muchas fotos distintas en una misma noche sin planificación previa, lo que suele resultar en frustración. La astrofotografía implica aprendizaje continuo, pero sobre todo mucha paciencia.

Por José Candeias – IPATEC (CONICET-UNCo).