CORONAVIRUS

Cuarentena: cuando una casa se convierte en mundo


Equipo de trabajo

Un grupo de investigadoras, personal de apoyo y becarias del CONICET de diversas disciplinas y de distintos institutos, buscan promover la comunicación, el aprendizaje y el disfrute de los niños, jóvenes y adultos que conviven en la misma vivienda durante el período de cuarentena. Con este objetivo, en conjunto desarrollaron una iniciativa de comunicación pública de la ciencia llamada “Chicos y grandes en casa a toda hora: un mundo por compartir y recrear”.

El grupo centra su trabajo en los fenómenos que surgen a partir del aislamiento social preventivo y obligatorio, que transformó la cotidianeidad de todos los grupos sociales. Laura Méndez, docente e investigadora del Instituto Patagónico de Estudios de Humanidades y Ciencias Sociales (IPEHCS, CONICET-UNCo) señala: “Por supuesto hay muchos matices pero en general lo que estamos viendo es una sobrecarga en las tareas hogareñas, especialmente en las mujeres ya que la perspectiva de género permite leer las realidades de las familias argentinas. Hay que compaginar horarios familiares con horarios propios laborales y la tarea extra de acompañar los procesos educativos”.

Además de los roles tradicionales, los adultos que conviven con los chicos ahora ejercen el papel de mediadores entre las propuestas educativas y las actividades que los niños realizan en casa, en una situación que expone la diversidad y la heterogeneidad de los grupos familiares. Por eso, para Méndez es importante pensar en una propuesta que lejos de ofrecer una receta mágica proporcione, con lenguajes sencillos, un diálogo permanente que permita acompañar sin juzgar.

La iniciativa, que busca contribuir al ámbito microsocial del hogar, identifica espacios de problema cotidianos para confeccionar micros comunicativos en los que convergen diversas miradas disciplinarias. “En un ámbito tan reducido como es el hogar las situaciones que se generan son sumamente complejas porque inciden diversas facetas: psicológicas, comunicacionales, sociales, antropológicas, sanitarias y educativas y todas estas facetas interactúan entre sí. Si se quiere plantear un aporte hay que tener en cuenta esas diversas dimensiones”, explica Nora Scheuer, investigadora principal del CONICET en el IPEHCS.

Los esfuerzos de las investigadoras apuntan a arrojar luz sobre situaciones de comunicación y aprendizaje que podrían encontrar trabas. Lo interesante de esta propuesta, explican las científicas, es que se encuentra dirigida a los diversos públicos: adultos, niños y educadores; e involucra en pequeños audiovisuales o guiones ilustrados, con el aporte de trabajadores del arte, lo que acuerdan en llamar la perspectiva situada, es decir que “no son propuestas universales. Cuando hablamos de perspectiva situada pensamos en tres dimensiones: el tiempo, el espacio y la interseccionalidad entre la edad, la adscripción social y los géneros de las personas”, puntualiza Méndez.

 Aprendizaje 2.0

Dada la interrupción de la concurrencia a los establecimientos educativos, la excepcionalidad de la situación forzó a repensar la continuidad de los procesos de aprendizaje. La pandemia, que confinó a las familias a sus hogares, visibilizó “las dificultades estructurales y de larga data que tiene la escuela en su función de enseñar”, declara Méndez. Y agrega: “Quedó en evidencia la necesidad de construir nuevos dispositivos que incluyan la no presencialidad y los recursos virtuales”.

Para Méndez, el sistema educativo argentino que fue creado en el siglo XIX transita el siglo XXI con muy pocas modificaciones desde sus inicios. En el camino, la escuela pierde de vista la heterogeneidad de los grupos tanto en sus características sociales, como culturales, religiosas y étnicas “que muchas veces marca un acceso a la educación desigualitario hacia el interior de las aulas”. La incorporación exitosa de los recursos virtuales es otra de las falencias de la institución educativa.

Si bien, según las científicas, la presencialidad en los establecimientos educativos es irremplazable, aún así es posible construir conocimiento. Hay una posibilidad de aprendizaje a partir del planteo de problemas y de la participación activa de las infancias en la resolución de los conflictos. “Un mecanismo que no se relaciona con la memorización sino con el vínculo entre el hacer y el decir, pues el conocimiento no es dado, sino que es construido con un estudiante que tiene capacidad de intervención y transformación”, apunta Scheuer.

Sin embargo, sostienen, incluso en el aislamiento no es posible prescindir de la evaluación como proceso inherente a la situación de aprendizaje. Acaso, separada de la ponderación numérica y sin una fecha límite de finalización, la evaluación permitirá corroborar las decisiones tomadas en tiempos de pandemia y proporcionará claridad sobre los conocimientos adquiridos tanto para los niños como para los grupos familiares que los acompañan.

En tanto el aislamiento como medida para frenar el avance del COVID-19 convoca a los adultos a las aulas, esta situación de cierta permeabilidad entre los confines de la familia y la escuela abre, según las científicas, la posibilidad de repensar el sistema educativo del siglo XXI. Una escuela que reconozca fortalezas y debilidades e indague sobre los sentidos de educar. Scheuer, asegura que, sin minimizar la gravedad de la situación, es posible pensar en el aislamiento como una oportunidad para ensayar estrategias. Precisamente, los micros comunicativos desarrollados por el grupo de trabajo, se dirigen a poner en diálogo los espacios de problema con el objetivo de que las personas puedan reconocer recursos propios y colectivos e interesarse por otras formas de proceder y pensar. “El momento que estamos viviendo constituye en sí una situación de aprendizaje”, declara.

Para acceder a la iniciativa haga click aquí

Grupo de trabajo :

(Foto: desde el extremo superior izquierdo hacia la derecha): Astrid Bengtsson, investigadora del CAB-CNEA; Lucía Bugallo, becaria en el IPEHCS (CONICET-UNCo); Verónica Coccoz, comunicadora independiente; Paola D’Adamo, investigadora en el IPEHCS (CONICET-UNCo); Mariana Lozada, investigadora en el INIBIOMA (CONICET-UNCo); Laura Méndez, investigadora en el UNCo-Bariloche y en el IPEHCS (CONICET-UNCo); Soledad Pérez, investigadora en el IIDyPCA (CONICET-UNRN); Ana Pedrazzini, investigadora en el IPEHCS (CONICET- UNCo); Verónica Rapela, docente; Analía Salsa, investigadora en el IRICE (CONICET-UNR); María Alma Tozzini, investigadora en el IIDyPCA (CONICET-UNRN), Nora Scheuer, investigadora en el IPEHCS (CONICET- UNCo); Ana Clara Ventura, investigadora en el IPEHCS (CONICET-UNCo); Natalia Gorbarán, técnica en el CCT Patagonia Norte y María del Carmen Borella, técnica en el IPEHCS (CONICET-UNCo). También participa Ismael Santini, técnico en el IRICE (CONICET-UNR).

Fuente: Sitio web CONICET