DÍA NACIONAL DE LA MEMORIA POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA

El legado de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en las manifestaciones feministas del presente

La investigadora María Marta Quintana del IIDyPCa (CONICET-UNRN) reflexiona sobre las formas de visibilización y manifestación en el espacio público de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y cómo este legado se recupera en la actual lucha feminista del Ni una Menos.


Foto: Archivo general de la Nación

María Marta Quintana recupera un estudio pionero de Claudia Laudano (1995) que reconstruye la imagen de la/s mujer/es en los discursos comprendidos en el período de actuación del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (PRN) de la dictadura militar de 1976 a 1983. Mediante el análisis de un extenso corpus de textos (comunicados y discursos oficiales), Laudano pone en evidencia que cuando los militares hablaban de o se dirigían a las mujeres lo hacían en su condición de amas de casa, esposas y madres. “En la concepción del PRN, reorganizar la Nación implicaba, en primer lugar, reorganizar la familia, y eran aquellas quienes tenían la encomiable tarea de defender y cuidar a sus hijas e hijos de la subversión y de formarlos, por el bien de la Patria, en los valores occidentales y cristianos. Las madres debían controlar, vigilar e incluso denunciar a su propia progenie. Sin embargo, a pesar de esta centralidad adjudicada a la mujer-madre, la autoridad del padre de familia no resultaba alterada” indica Quintana.

El análisis de estos discursos muestra cómo los militares reproducían y reforzaban el modelo naturalizado de familia nuclear con su desigual reparto de poderes, atribuyendo a las mujeres la función de control familiar y ejerciendo un policiamiento de género al circunscribir a la mujer al rol de madre en el espacio doméstico. Quintana expresa que “en contraste con ese modelo de familia occidental, patriarcal y cristiana, el hecho de salir a buscar a sus hijos e hijas desaparecidos/as ponía de manifiesto el incumplimiento de un deber patriótico; lo que sin solución de continuidad se traducía en el maltrato, la descalificación y el descrédito”. La investigadora ejemplifica que frases como “si a su hijo se lo llevaron, por algo será” apuntaban no solo a las presuntas actividades subversivas de las y los desaparecidos, sino también a la irresponsabilidad de sus progenitoras. “No obstante, nada de ello impidió que esas mujeres que comenzaban a cruzarse en comisarías, regimientos, hospitales, casas cuna, compartieran sus penurias, socializaran la escasa información que lograban obtener y se organizaran colectivamente para buscar a sus seres queridos” señala.

La irrupción pública de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo exigiendo la aparición con vida de sus hijos/as y la restitución de sus nietas/os apropiadas/os implicó “un desafío a la violencia autoritaria, el cuestionamiento de los lugares y roles sociales previstos para ellas y la reapropiación de algunos de los términos predilectos del PRN como los de maternidad y familia; pero además implicó que en ese mismo acto ocuparan y reconfiguraran un lugar históricamente denegado para la mujeres (y otras identidades de género): el espacio público, un sitio eminentemente masculino” indica la investigadora. En este sentido, trastocaron el orden sexo-genérico solidario de la diferencia entre espacio público, vinculado a lo político y masculino, y espacio privado, relacionado con lo pre-político y femenino.

Quintana analiza cómo en esta concepción de “lo público”, en términos de Judith Butler, que se forma sobre la condición de ciertas exclusiones y reclusiones, las Madres y Abuelas “cruzaron repetidamente las fronteras que separaban la casa de la calle y perturbaron la esfera de aparición y reconocimiento de los géneros; y lo hicieron tanto con su discurso como con sus reclamaciones corporizadas, esto es, con sus rondas, gestos y pañuelos blancos, y con la congregación persistente, pese a la violencia del régimen de facto, de los cuerpos en la calle”. La investigadora agrega que estas manifestaciones desafiaron la proscripción del duelo público, constituyeron una forma de socializar la pérdida personal y aportaron una comprensión de la vulnerabilidad común como fundamento de una política de la vida, la protección y el respeto de los derechos humanos.

“De esta manera, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo no solo instituyeron una modalidad singular de lucha, de activismo y movilización, sino que construyeron un legado ético-político, vinculado con la dimensión relacional en la que se funda la responsabilidad, tanto individual como colectiva, por la vida y la memoria del/de la otro/a” reflexiona Quintana. Además, agrega que esta forma de organización “callejera” implicó una reconfiguración del espacio público y del derecho a aparecer de los cuerpos feminizados, lo que se recupera en otros activismos sexo-genéricos conformados en contextos de posdictadura.


El legado de las Madres y Abuelas se reinscribe en el Ni una Menos

Quintana señala que en la actualidad el legado de las Madres y Abuelas se reinscribe en la denominada marea verde y violeta. “En el marco de un movimiento cada vez más masivo de reivindicaciones feministas, como el aborto legal, la educación sexual integral, la reforma judicial con perspectiva de género, el cupo laboral travesti-trans, entre otras, y de lucha contra la violencia machista, se retoma la lengua de las ´viejas´; esa lengua de los derechos humanos que no ignora que ´lo humano´ mismo es materia de disputa” indica Quintana. De esta forma, se reformulan consignas, símbolos y formas de visibilización inauguradas por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo: “frases tales como Al closet no volvemos nunca más; No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos; Ni una menos, contra nuestros cuerpos Nunca Más, son algunas de las expresiones que se reescriben en clave (trans- lesbo-) feminista al tiempo en que se actualiza el símbolo del pañuelo como elemento de identificación de la lucha” agrega la investigadora.

El legado de la construcción de una política del cuidado, de la calle y del duelo público del activismo histórico de las Madres y Abuelas adquiere una renovada impronta en las actuales manifestaciones feministas. Esta presencia en el espacio público “trae, a su vez, implicancias para ellas mismas, quienes no solo revisan las elaboraciones en torno del pasado reciente y las secuelas del terrorismo de Estado, sino que además revisitan sus propias biografías y dan cuenta de sí mismas interpeladas por los sentidos y afectos feministas del presente” concluye Quintana. En este sentido, la investigadora refiere a las nuevas lecturas que las Madres y Abuelas realizan acerca de los mandatos patriarcales que ellas mismas desobedecieron y que alteraron definitivamente al salir a buscar a sus hijos/as y sus nietos/as.