VINCULACIÓN TECNOLÓGICA
Especialistas del CONICET avanzan en innovación tecnológica para la producción ganadera
Se trata de un Proyecto Especial de Innovación (PEIS), que fue financiado en 2023 por el ex-Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. El mismo tuvo como objetivo desarrollar un alimento alternativo a base de insectos para rumiantes. Esta línea vinculada a la ingeniería en alimentos contribuye a la economía circular, al engorde de ganado a bajo costo y a disminuir el impacto ambiental.


La suplantación de harina de soja por una ración alimentaria a base de insectos Hermetia illucens, conocidos como “Mosca Soldado Negro”, es una estrategia en el uso de alimentos para rumiantes menores que tuvo como objetivo el Proyecto Especial de Innovación (PEIS) de dos grupos de investigación científica del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche (IFAB, CONICET-INTA) para contribuir al mejoramiento de la producción y resolver la problemática de la malnutrición animal. El proyecto finalizó sus etapas de ensayo experimental y sus resultados fueron presentados a los productores ganaderos involucrados en el mismo.
La larva de este insecto tiene un alto contenido proteico y puede transformar la materia orgánica de alimentos descartados en productos nutritivos como proteínas, grasas y vitaminas. “Un punto muy importante para que el animal esté bien es la nutrición. Nos interesa buscar tecnologías que sirvan para mejorar la nutrición animal. El alimento a base de harina de insectos tiene un potencial muy relevante, que es la posibilidad de generar localmente un alimento con muy alto contenido de proteínas. Esta tecnología, al producir el alimento en el lugar, no solo disminuye la huella del transporte, sino también reduce el costo final y permite que más productores puedan acceder a comprarlo”, expresa Mercedes Odeón, investigadora del CONICET en el IFAB (CONICET-INTA).
Los productores ganaderos utilizan las tecnologías de alimentación para reducir la mortalidad animal y aumentar sus ingresos pero dependen de costosa logística, “ellos están interesados. La cooperativa Calibuí lo que hace es juntar animales de muchos productores, alrededor de 500 familias están detrás de la cooperativa y animales que se les morirían en el campo, los juntan, engordan y le dan un valor agregado. Nosotros lo que estamos buscando es brindar soluciones para que no tengan que comprar alimentos que vengan de afuera, con mucha huella de carbono y mucho costo. Entonces la harina de insectos puede ser una alternativa y en esa línea estamos trabajando”, sostiene Sebastián Villagra investigador en el IFAB (CONICET-INTA).
Este proyecto, enfocado en el sector productivo, representa la aplicación de una práctica que no se ha investigado según afirman los investigadores y una línea promisoria para establecer la base científica necesaria para integrar insectos de manera efectiva en la dieta de rumiantes menores de una manera sostenible. La científica Valeria Fernández-Arhex (IFAB, CONICET-INTA) afirma que: “Nuestro trabajo se basa en investigar, hacer investigación básica e investigación aplicada, de la mano de la extensión rural y llevar soluciones o tratar de buscar soluciones a partir de una problemática que tengan los productores en el territorio”.
Por último, Villagra agrega que: “Obtuvimos muy buenos resultados en el engorde de corderos incorporando harina de insectos en la dieta. Ahora, en conjunto con la cooperativa, estamos proyectando un engorde de ovejas para evaluar el desempeño de la harina de insectos como fuente proteica en un sistema comercial, más allá del ámbito experimental en el que ya la analizamos”.
La exposición de resultados del ensayo y cierre del PEIS se realizó durante el mes de diciembre en la Agencia de Extensión Rural (AER) ubicada en Ingeniero Jacobacci, en la línea sur de la provincia de Río Negro, y contó con la participación del equipo de investigación del IFAB (CONICET-INTA), integrantes de la Agencia Extensión Rural Ing. Jacobacci, SENASA, el CET N°26 y de la Cooperativa Agrícola Ganadera Calibuí.
Por Mariela Méndez – Área de Comunicación del CONICET Patagonia Norte